martes, 21 de junio de 2011

Aburrimiento.

Últimamente, siento cómo mis horas se consumen sin sacar algo de provecho en ellas.
Veo cómo los niños de la calle juegan, cómo el sol azota en sus coloradas y sudadas pieles, provocándoles un tono dorado con la luz del atardecer. Percibo cómo la alegría y actividad infantil alumbra la calle del juego, cómo me gustaría jugar con ellos.
Mientras yo estoy aquí, reclinado en un sofá, viendo programas inútiles para consumir mi vida, me siento imbécil. Atolondrado, dejando que mi cerebro se apague y que el vaguerío consuma mi cuerpo, dejándole a mi vida un sofá como recuerdo...
Pero... no me quiero levantar. La pereza consume cada célula de mi cuerpo, dejándome muerto en vida.
Mientras, tú, eres vida en muerte. Alegras a todos con tu vitalidad enérgica, dejandome a mí en la más inmensa sombra por mi flacidez.
Lo mejor es que me da igual, siento como mi vida se va, y no quiero ponerle remedio. Así estoy demasiado cómodo.
El aburrimiento no es más que el sentimiento que hace que la humanidad avance; que la gente haga cosas, que se creen cosas, que se sientan cosas...
El aburrimiento es el sentimiento que más nos controla; que nos hace perezosos o activos, depende de la pasividad del sujeto.
Yo, activo en la pasividad, me aburro, y tengo miedo de convertirme en una escoria por el peligroso control que ejerce el sentimiento...
Aunque me da igual...

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