martes, 2 de agosto de 2011

Imaginación.

La vida no son más que contradicciones ordenadas en el tiempo, tal como notas musicales de canción. Ruidos uno tras de otro, forman una paradoja incomprensible. Más paradójica que nunca si tienes suficiente memoria. ¿Para qué?
Para recordar.
Siempre eres tú; no puedes ser otro, por mucho que intentes esconderte. Al final siempre se descubre, y eso está claro. Pero, ¿por qué, si siempre eres tú, eres tan diferente? A veces actúas contrariando tus propios ideales, simplemente por el placer del momento, la diversidad de las ocasiones, la gente implicada, las diversiones y compañías... Por la subjetividad del caso, sea cual sea. Haces lo que quieres y como quieres, con toda la relatividad que conlleva. ¡Pero te da igual! Que la vida hay que vivirla, dices. Sí, vívela. Los demás no tenemos derecho a hacer lo que tú, a no preocuparnos de nada. Nosotros tenemos que recoger toda la preocupación que tú dejas por ahí, toda tu preocupación es nuestra. Volcándola hacia ti. Resguardándote. Intentando darte protección. Sí. Soberana estupidez. ¡Qué le vamos a hacer! La protección es el sentimiento que sale hacia el amor, el cariño. Lo que adoras siempre quieres que perdure lo mayor posible, lo mejor posible. Y sí, te adoro.
Tú vas caminando por la cuerda floja, sin miedo, lanzándote; si tienes que caer caerás, pero no lo vas a hacer.
 Sé lo que merezco yo, o al menos lo que no merezco. No te merezco a ti, sé. Tampoco merezco esto, aunque al contrario que por ti, no lo merezco porque es demasiado sufrimiento. Tú eres demasiado genial. Yo soy un punto intermedio entre tú y tus consecuencias. Quiero sentir que soy ese punto, ese punto que adoras y en el que todo va bien; el camino. Al fin y al cabo, es con lo que te quedas. Las consecuencias son tus huellas, el reto tu destino, tú el peregrino y yo tu caminar. Quiero sentir que soy tu mañana, tu adelante. Quiero pensar que soy tu futuro, o al menos tu marcha. Tu guía. Quiero pensar, porque quiero tantas cosas...
¡Todas, todas por ti! Quiero que no me des nada, no busco eso. Ni si quiera busco una muestra de afecto, un "te echo de menos", un "tú" cariñoso, de esos que tantos me das. No busco nada. Sólo busco tu felicidad, criatura del mundo; bicho de los bosques. Sólo quiero tu felicidad. Lo demás es secundario. Sólo pienso tu felicidad... algo hipócrita por mi parte decirlo, porque sé que también pienso en la mía, en cómo me la das. No sé a lo que juego. No sé a lo que vivo.
Eres como una pequeña parte de mí que ha evolucionado, que ahora me sigue a todas partes; como mi sombra. Eres como una mariposa que revolotea, normalmente por mi estómago. Produces una agradable sensación, un cosquilleo, aunque a veces el cosquilleo es tan tremendo que te entran escalofríos, como corrientes eléctricas. Supongo que son las chispas que desprendes, la locura no es tan buena. Bueno, la tuya sí. Es la mía la que me hace sentirte así...
Y es que no sé hasta qué punto es bueno enamorarse, pero cuando es de las propia imaginación, la cosa se convierte realmente en una locura; en un genial manicomio de corrientes de aire, visiones y palabras que nunca se dijeron. Tus miradas y tus locuras quedan en mi mente, cerradas, para siempre, nadie es capaz de verlas. Nadie es capaz de verte.
Pero yo te veo; te veré incluso cuando mis ojos se cieguen por el paso de los años, si es que lo hacen. Te veré siempre, en mi razón y corazón; en mi memoria.
Te veré siempre.